De imágenes, de las que ven los ojos, huelen las narices, tocan las manos, escuchan las orejas, cada poro percibe y siente, y que sólo un par de palabras ordenadas entre sí de alguna manera gramaticalmente correcta, pero arbitrarias, lo digan, como si las manos en el teclado -esa extención de ti- tuvieran a la vez -como los ojos y las orejas- la posibilidad de decir, porque sí, facilmente, lo que sintió todo el cuerpo que las sostiene.
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