martes, 17 de marzo de 2009

Apreciable Olivia,Supongo que para cuando leas ésta carta, ya estaré subiendo esa montaña, espero no te preocupes, llevo conmigo todo lo necesario para llegar a la cima sin problemas para el martes.Antes de subir pensaré que, ya que está decidido, será una suerte de vuelo, eso me dará ánimos, y en cuanto me tire, gritaré, agudísimo.Cuando me encuentre nuevamente en el suelo, tengo decidido quedarme un tiempo recostado, boca arriba, con la punta del dedo más largo de mi mano derecha formando una línea recta con la punta del dedo mas largo de mi píe izquierdo, y la punta del dedo mas largo de mi mano izquierda formando una línea recta con la punta del dedo màs largo de mi pié derecho, sobre algún pastizal seco, preferentemente amarillo, mirando el cielo. Habrá un árbol quieto en la cima, las nubes se moverán desde atrás de la montaña y dará la impresión de que es el planeta quien se mueve.Después vas a venir despacito y no me vas a decir nada.Antes de venir vas a saltar el tapial de un señor un poco gordo que usa una gorra de jean y vas a comer cinco ciruelas de su árbol, vas a guardarte dos en el bolsillo y te vas a ir corriendo. Mientras corras vas a pensar en el mar -y en Horacio- pero no vas a llorar.Vas a parar en la mitad de una cuadra, donde hay una casa blanca con rejas negras bajitas, una ventana con mosquitero y ruido de ventilador de píe, vas a doblar las rodillas, y a apoyar la mano derecha sobre la rodilla derecha y la mano izquierda sobre la rodilla izquierda, vas a sacar aire por la boca y te vas a acordar de los mates con biscochitos que comiste en la casa de Carolina, y del cigarrillo que fumaste bajo la parra. Vas a seguir corriendo y cuando cruces la esquina, no te vas a dar cuenta, pero cuando cruces la esquina, te va a ver pasar desde la mitad de la cuadra perpendicular una persona que nunca se olvidó de que una vez le dijiste que era gorda.Olivia, Olivia.

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